domingo, 26 de octubre de 2008

FRENTE A LA CRISIS, UN GABINETE CONTINUISTA

Con la difusión del audio sobre los negocios petroleros en la noche del 5 de octubre, la debacle política del gobierno aprista se hizo más evidente, no como para dar paso a su caída, planteado oportunistamente por algunos dirigentes que parecen vivir al margen del movimiento de masas y el análisis de la correlación de fuerzas, sino para que su vapuleado gabinete sea recompuesto que dé la imagen de un supuesto cambio fundamental. Un parche como éste, o un cambio de mayor contenido, podría haberse actuado mucho antes del 2008 si es que el gobierno aprista se hubiese propuesto gobernar en función de los intereses nacionales y del pueblo. Incluso en el presente año podría haber cambiado su gabinete luego de la estrepitosa derrota infligida por el movimiento campesino-nativo que trajo abajo su plan de privatización masiva y acelerada de las tierras de costa, sierra y selva. Pero no. Siendo su objetivo básico consolidar el programa neoliberal y con la unidad de la derecha más apátrida y antipopular a la que representa en el Perú de hoy, seguía aferrándose a una burocracia ministerial adicta al manejo corrupto del Estado, con los más conspicuos neoliberales y fujimoristas que, “tapándose la nariz”, dieron su voto por Alan García Pérez.  

EL DETONANTE DE LA CRISIS POLÍTICA

Así como sin el video Kouri-Montesinos del 2000 no hubiese estallado en mil pedazos la dictadura de la gran burguesía neoliberal de los 90, dando paso a una “transición” intrascendente y a nuevos regímenes neoliberales que desde el 2001 gobiernan el Perú, de igual manera, el audio del 5 de octubre ha sido el detonante de la caída del gabinete encabezado por Jorge del Castillo Gálvez, uno de los políticos apristas más hábiles para usar, por encargo, los métodos de la maniobra propios de la política criolla peruana. Mencionados y comprometidos por los interlocutores del audio, los gobernantes apristas no estaban en condiciones de seguir encabezando un nuevo gabinete en el mismo momento en que la presión pública les obligaba licenciar a un grupo de neoliberales que ha demostrado su pequeño interés de manejarse como los comedidos servidores de las transnacionales. Era necesario un personaje que lave el ambiente, que dé la impresión de diálogo con todos los sectores y que rejuvenezca las arrugas políticas para recuperar la popularidad perdida en los dos años y medio de ejercicio gubernamental. Ese personaje estaba en el norte del Perú, en Lambayeque, buscando un espacio para su candidatura presidencial en el 2011, entrevistado frecuentemente desde Lima como el “mejor presidente regional”, claro, en medio de tanta mediocridad reinante en los gobiernos regionales desde el 2002. Yehude Simon Munaro, otrora militante de izquierda, no pensó dos veces para coger la mejor oportunidad de apuntalar su espacio político. El detonante le ha puesto en la cúspide del gobierno para enmendar los entuertos de su predecesor y apagar los fuegos de los reclamos populares con nuevos procedimientos y usando el recuerdo de viejas afinidades izquierdistas para embaucar a los intonsos, crear ilusiones de “cambio de rumbo” a un gobierno que tiene el suyo con el nombre eufemístico de “cambio responsable”.  



NI DIABLO NI DEMIURGO

Los más ignorantes y primitivos neoliberales, como son los fujimoristas, lanzaron sus dardos anticomunistas contra el nuevo Primer Ministro Yehude Simon. Ni siquiera recuerdan que Simon pronunció un discurso cuando Alberto Fujimori visitó la cárcel donde aquél estaba pagando su condena por “terrorista”, en el cual felicitaba al dictador por haber construido la cárcel “mas moderna” de América Latina, una especie de oda a las prisiones donde, como dice un poema de Ho Chi Minh, “los hombres libres se amontonan...” ¿Quién puede negar la metamorfosis ideológica y política de Yehude Simon desde una posición de izquierda, entre anarquista y reformista, hasta un ferviente creyente en la economía de mercado, en las inversiones extranjeras como palancas necesarias y suficientes para generar el desarrollo de las regiones y del país, su adecuación a la democracia burguesa en su factura neoliberal? Para los fujimoristas el factor Yehude podría significar la frustración de su estrategia de alianza con el gobierno aprista para facilitar la absolución de su jefe extraditado. Este infundado celo fujimorista carece de valor frente al apoyo que recibe el nuevo Premier de los jefes políticos y empresariales neoliberales. Yehude Simon, pues, no es el “diablo” que podría cambiar los cimientos y las condiciones del programa neoliberal ni constituye un peligro para el dominio actual de las clases en el poder del Estado. Lo que sí podría ser factible es su conversión en la alternativa de una candidatura neoliberal de “nuevo rostro” que supere las desgastadas figuras de UN y Cía, y de un partido aprista que carece de elementos electoralmente idóneos para enfrentar las elecciones presidenciales del 2011.

Así como no constituye ningún peligro para el proyecto neoliberal en curso, Yehude Simon tampoco está en condiciones de hacer otra cosa que amagar para que nada cambie. No es el demiurgo que con sus conversaciones con líderes de distintas fuerzas y con sus buenas intenciones podrá resolver los problemas, por lo menos los más urgentes o de alcance inmediato, del país. Por de pronto, no podrá hacer variar la estructura presupuestal básica sujeta al Marco Macroeconómico Multianual (MMM) 2009-2011, pactado con el FMI y de obligatorio cumplimiento a base de “gastos modulados”, como se llama hoy al ahorro estatal en servicios e inversiones para no fallar en el pago de la deuda externa ni subir la presión tributaria que haga pagar más impuestos a quienes más tienen y ganan, incluyendo a las transnacionales. Este es el Rubicón que debe saltarse en el Perú de hoy en materia económica para dar paso a una política económica que rescate la soberanía y se desligue de las ataduras neoliberales y capitalistas, condición sino qua non para empezar a recuperar el rol del Estado en la planificación del desarrollo nacional, económico y social. Esta faena no está en la cabeza de Yehude Simon y, si lo estuviere, no estaría a su alcance, pues, como Primer Ministro, forma parte de un gobierno con un programa inamovible: el programa neoliberal. 

FRACASO NEOLOIBERAL Y LUCHA POPULAR

La crisis política del gobierno aprista es parte de las contradicciones del sistema capitalista en el Perú en su versión neoliberal, de cuyo fracaso en el mundo y en América Latina en particular ya nadie duda. El neoliberalismo se presentó con los demagógicos objetivos de mejorar “la calidad de vida” de los más pobres, mejorar la “calidad de la educación” y crear empleo sobre la base de las inversiones extranjeras que generarían un crecimiento del Producto Interno Bruto cuyos efectos de mediano y largo plazo serían nada menos que generar más inversiones y producir el “chorreo” de ingresos hacia abajo. Del mediano plazo ya hemos pasado al largo plazo si consideramos los casi veinte años desde su aplicación en el Perú y casi treinta en América Latina. Como lo demuestran Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Paraguay, Uruguay, Ecuador, República Dominicana, Brasil y Argentina, de la ortodoxa economía de libre mercado se está pasando a una economía que tenga como centro el poder del Estado para recuperar soberanía, derechos sociales arrebatados al pueblo y la creación de nuevas condiciones para el desarrollo de una sociedad justa y solidaria. Para los neoliberales, este “cambio de época”, como lo designa la Presidenta argentina Cristina Fernández al sustentar la recuperación de la seguridad social pensionaria de manos de los comerciantes y banqueros tramposos, se presenta como el “diluvio” para sus intereses burgueses de explotación de los recursos naturales y de la fuerza de trabajo de millones de asalariados en cada uno de nuestros pueblos. En el Perú los neoliberales se muestran tan temerosos de que pueda cundir lo que están llamando el nuevo “modelo argentino”, que han empezado a ofrecer mayores “garantías” a los afiliados de las AFPs, pues no saben cómo tapar la inmensa suma de 15 mil millones de pérdidas de esos fondos, pérdidas que perjudican a los “ahorristas” pero que para los empresarios no afectan en nada sus millonarias ganancias (200 millones de dólares al año).

El movimiento popular en el Perú, débil aún en su organización y carente de un proyecto político de izquierda socialista que sea más que “oposición constructiva”, viene, sin embargo, luchando y asestando importantes golpes políticos al régimen neoliberal. Con su lucha permanente no permitió que el gobierno de Toledo avance en la consolidación neoliberal, como tampoco está permitiendo que el gobierno aprista actual consolide el proyecto de la gran burguesía en el Perú. Los paros y las movilizaciones nacionales promovidas desde la CGTP; las luchas de las comunidades del interior del país contra la explotación minera metálica y de hidrocarburos; los recientes combates de los campesinos y nativos amazónicos contra el plan de venta masiva de las tierras amazónicas en función del TLC firmado con los Estados Unidos; las luchas reivindicativas de los maestros de todos los niveles educativos, de los trabajadores del Poder Judicial, de los médicos y demás trabajadores del sector Salud y de la Seguridad Social; los movimientos cívicos de las ciudades bajo la conducción de los Frentes de Defensa, son la expresión de un clima de oposición social desde abajo, de descontento creciente de una vasta población que experimenta el mayor enriquecimiento de una minoría explotadora y la mayor pauperización de la mayoría de los peruanos. La tendencia es la polarización de la sociedad peruana entre desposeídos y privilegiados, contradicción que las clases dominantes han pretendido y pretenden resolver con su Acuerdo Nacional, sus “mesas de diálogo” y tantas otras maniobras políticas diversionistas. La presencia de Yehude Simon como cabeza del actual Gabinete Ministerial es otra de esas maniobras. 

De las condiciones en que se produce la lucha de clases en el Perú, se puede deducir que el movimiento popular, para su desarrollo consciente, requiere una orientación de renovación ideológica basada en la alternativa socialista, desde la comprensión de que el programa neoliberal en crisis no es más que la crisis del capitalismo en el Perú, como que la crisis del neoliberalismo en el mundo no es más que la del sistema capitalista. Por lo tanto, esa alternativa no es otra que el socialismo cuyos valores de justicia social, libertad, solidaridad y lucha antiimperialista siguen más vigentes que nunca. No es el liberalismo renovado que nos presentan los socialdemócratas el camino que debe seguir el Perú, pues no pasaría de ser el refugio redivivo de la explotación capitalista con su armatoste “democrático” del parlamentarismo y/o presidencialismo burgueses en crisis.

En la construcción de esa alternativa revolucionaria y socialista el papel de la clase obrera es crucial, con la participación del campesinado y del movimiento indígena, bases sociales fundamentales de organización y lucha. Los intelectuales democráticos y patrióticos, los profesionales que ven recortados su derecho a un ejercicio digno de su especialidad, los trabajadores independientes y empleados del sector publico y privado, son parte de un pueblo que busca una transformación fundamental del país. 

Las banderas concretas de la lucha actual del pueblo peruano, sin embargo, no pueden perderse de vista para seguir avanzando hacia la derrota del neoliberalismo que nos abra paso a la lucha contra el sistema capitalista en el Perú. Ellas tienen que ver con la defensa de la soberanía nacional frente a las transnacionales, la defensa de nuestros recursos naturales y del derecho a la tierra para los campesinos y comunidades nativas, una nueva política agraria que resuelva la propiedad de la tierra y la producción agropecuaria en función del mercado interno en primer lugar, el combate al narcotráfico desde una política agraria de desarrollo integral en el medio rural, la construcción de una seguridad social integral y solidaria bajo la conducción del Estado y de los trabajadores, construcción de un sistema de educación basado en la escuela pública gratuita y universal, un sistema de salud pública bajo responsabilidad del Estado, la democracia popular que supere la formalidad de la democracia burguesa en crisis sobre la base de la democracia directa de masas, la recuperación de los derechos de los trabajadores públicos y privados, la prioridad presupuestal de los servicios públicos que beneficien a las mayorías y la consiguiente revisión y reestructuración de los servicios de la deuda externa, la recuperación del papel empresarial del Estado y su capacidad de conductor de la economía nacional, la reconstrucción del proceso de descentralización y del manejo planificado de los gobiernos regionales y municipales, la lucha contra la corrupción como parte de la lucha por un nuevo sistema económico y social. Estas y otras banderas democráticas y nacionales solo pueden tener una expresión coherente en un proyecto de desarrollo nacional sobre nuevas bases programáticas, que nada tiene que ver con la “economía social de mercado”, ni con la ortodoxia del “libre mercado”, y peor con el planteamiento difuso de la “economía nacional de mercado” que viene planteando el PNP.

Ni los tratados de libre comercio, ni las cumbres de la Unión Europea y de la APEC son alternativas para nuestros problemas. Ambos son las nuevas expresiones del poder imperialista en nuestro país.  

Iquitos, octubre del 2008