sábado, 12 de abril de 2008

EDUCACION PERUANA: EN MEDIO DEL CAOS

DE LA CRISIS AL CAOS

¿Cuántas reformas educativas, o algo que se las parezca o que hayan sido denominadas como tales, se han realizado en el Perú republicano? Si consideramos desde la realizada por el gobierno del Presidente Santa Cruz, 1839, hasta la actual, impuesta por el fujimorismo, más de 20, sin contar las reformas universitarias del siglo XX. ¿Por qué tantas reformas en el Perú? Sin duda alguna porque el sistema educativo en todo el proceso republicano merece, con todo rigor, el calificativo de educación en crisis. Esta verdad histórica, derivada de otra verdad más general, la de la crisis del Estado y la sociedad republicanos, despierta, cada vez que se vuelve más evidente, la preocupación de los gobernantes y de los intelectuales que, precisamente, parecen cerrar los ojos cuando el sistema funciona de acuerdo con sus intereses coyunturales. Así tenemos que en el quinquenio 1985-2000, el gobierno aprista de entonces solamente se interesó por administrar la crisis educativa que se estaba volviendo más evidente desde las décadas 60 y 70, la administración de los escombros de la reforma de los 70 que también fracasó. Lo único que pudo hacer el gobierno aprista fue sustituir a los NEC por las USES, un mero cambio de denominación.

Cuando Manuel Vicente Villarán dio su veredicto lapidario sobre una educación al margen de la formación de los profesionales que necesitaba el Perú para transformar su sistema productivo, estaba escribiendo sobre una crisis que puede llamarse “sistémica”, para usar un término que gusta hoy, pero, en realidad, se trataba, en el caso de Villarán, de la crítica a un sistema educativo que estructuralmente nació con el “síndrome colonial” (Pablo Maccera), aun cuando no tocaba más que una parte de esa crisis: la inconsistencia científica, y tecnológica de la estructura educativa frente a las necesidades de la modernización del país. Hasta don Nicolás de Pierola debió de referirse a la crisis educativa cuando lamentaba que los estudiantes del Perú no manejaban el lenguaje, ni los números, y que la corrupción era el resultado de esa educación. ¿No estamos escuchando o leyendo el mismo lamento en estos años, como la lectura, las matemáticas y los vapuleados valores? Sin embargo, al mencionar la crisis, casi todos los críticos y analistas han caído en el fácil expediente de encargar a la escuela y a los maestros de resolverla, olvidando sus causas histórico-estructurales y su relación dialéctica de causa-efecto. Este señalamiento le correspondió a José Carlos Mariátegui cuando le cupo abordar el “proceso de la instrucción pública” en el cuarto ensayo de su libro fundamental: 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana.

No se puede negar que hubo importantes aportes que podrían haber abierto las puertas para una reforma educativa que nos hubiese permitido avanzar en ciertos aspectos de nuestra educación, como en el caso de México con el afianzamiento de la escuela pública gratuita, laica y obligatoria; o como en los casos de Uruguay, Argentina y Chile desde el siglo XIX hasta los 80, países que supieron incorporar, con ciertas limitaciones propias de países dominados por el capitalismo internacional, los elementos científicos, tecnológicos y culturales del mundo moderno a su sistema de educación. La presencia de José Antonio Encinas y su valiosa experiencia de escuela nueva, los aportes de Luis E. Valcárcel y del Historiador Jorge Basadre en el Ministerio de Educación entre los 40 y los 50; los aportes de la Comisión de Reforma Educativa de los 70 con la presencia de Augusto Salazar Bondy, Emilio Barrantes y Wálter Peñaloza Ramella, son los hitos singulares de propuestas que no pudieron fructificar en un medio totalmente desprovisto de bases económicas y sociales modernas y ligadas a los intereses y aspiraciones de las mayorías del Perú. Esta contradicción entre propuestas progresistas de reformas educativas y la existencia de una estructura económica y social atrasada en todos los órdenes, explica, en gran parte, los fracasos de aquellas reformas mejor planteadas.

Andamos hoy en el caos educativo. Quien más, quien menos, incluso los que apoyaron la reforma educativa neoliberal de los 90, continuada hasta hoy, expresan su desazón frente los resultados de esa reforma. Como si no conocieran la historia de la educación peruana, basándose en las mediciones ordenadas por el Banco Mundial, repiten constantemente que nuestra educación “está en el sótano” porque “somos los últimos en matemáticas” y los “penúltimos en lenguaje”, sin mencionar que la crisis es integral. En este sentido, Nicolás de Piérola tenía una mirada más objetiva y perspicaz. De la crisis hemos pasado al caos, es decir, a una situación casi inmanejable inclusive para administrar esa crisis. Lo sorprendente es que la solución planteada se centra en apabullar a los maestros con una evaluación memorística e impertinente desde el punto de vista pedagógico. Antes de la evaluación, no hubo críticas a ésta. Con los resultados a la vista y conociendo hoy la prueba, abundan los “expertos” para disminuir la validez de la farsa montada por los neoliberales y sus medios de información. Estamos en marzo y no empiezan las clases regularmente. Ya llegamos al mes de abril y continúa la matrícula escolar. El Ministro de Educación ha inaugurado el año escolar y en muchas regiones no hay presupuesto suficiente para pagar a los maestros que deben ser contratados. El proceso “complementario” de la evaluación docente y las propias adjudicaciones de plazas se han convertido en un ir y venir de propuestas en cada región y en cada ugel. Por su parte, los beneficiarios de los “convenios” (escuelas privatizadas, en realidad) exigen hoy que los maestros seleccionados por ellos sean ratificados aun cuando hayan obtenido menos de 8, calificación que, con la lógica de los evaluadores, contradice la afirmación antojadiza de que en esos colegios la educación sí es de calidad (¿?) (¿No obtendríamos los mismos resultados “catastróficos” si aplicamos una prueba similar a todos los maestros de todas las escuelas privadas?

POSICIONES DIVERSAS

Frente al caos reinante, los neoliberales, con el gobierno aprista al frente, mantienen su visión parcializada de la crisis educativa del Perú. La perciben y sienten como exclusiva de la escuela pública y originada por la “baja formación de los maestros”, sin evaluar el desempeño de estos en el campo mismo de su actividad: las aulas. Hay miles de maestros con años de experiencia como contratados que, por no haber aprobado en la reciente evaluación, se quedarán sin trabajo. ¿Dónde está el papel de los Consejos Escolares cuya responsabilidad es evaluar a los maestros de cada escuela? Los neoliberales siguen adelante con sus empíricas propuestas que ya no sirven ni para parchar la crisis educativa.

Los neoliberales “críticos” constituyen un grupo bastante amplio de intelectuales, burócratas del aparato educativo en los últimos 40 años, periodistas de opinión, etc., que primero hicieron piruetas argumentativas para justificar la evaluación estandarizada a los maestros pero apareciendo como críticos a esa concepción parcial que ve a los maestros como los únicos o principales culpables de la actual situación de la educación peruana. Cuando uno lee bien sus artículos y sus opiniones, nota perfectamente su desprecio “intelectual” a los maestros peruanos. No hay de su parte, en el fondo, ningún reconocimiento del trabajo docente en las condiciones deplorables de la escuela pública en el Perú (salarios miserables, niños en estado de desnutrición crónica, maestros con doble ocupación laboral para sobrevivir, gastos adicionales de los maestros para ambientar sus aulas, un ostensible desprecio por los gobernantes de turno y una clase media que prefiere la educación privada para asegurar su arribismo social, etc.). Después de conocer la prueba, muchos de estos “críticos” han empezado a descubrir las incoherencias, impertinencias pedagógicas y las más de una alternativa correcta en muchos ítems, hechos que se habían producido en las evaluaciones estandarizadas anteriores desde el fujimorismo hasta la “magistral” evaluación de Nicolás Linch. Además, aun cuando la prueba no hubiese adolecido de tales rasgos negativos, la concepción misma de su aplicación como único instrumento de selección a los “mejores maestros” es un redondo contrabando pedagógico. En esta posición se encuentran también los miembros del fenecido Consejo Nacional de Educación que hoy están opinando, después de no haberse pronunciado ante la propuesta del Poder Ejecutivo, salvo en aquellos pedidos de elevar el presupuesto de la educación y la necesidad de aplicar el Proyecto Educativo Nacional que el gobierno aprista hizo suyo.

Ante estas dos posiciones, los maestros organizados en el SUTEP enfrentan una situación difícil. Enfrentados entre sí frente a las alternativas de adjudicación, deben buscar, en las propias regiones y provincias, orientaciones coyunturales para mantener una plaza de contrato en el 2008. La incertidumbre en unos casos, la indignación en otros, expresan un estado de ánimo que requiere una dirección firme y cohesionada frente al neoliberalismo aprista, cuyos elementos de represión física y administrativa se están revelando con más fuerza frente a las luchas campesinas, nativas, magisteriales y de todos los sectores que se atreven a exigir sus derechos. Los maestros activos han tenido, en todo este período, una escasa participación. Otro tanto ocurre con los directores de los centros educativos, preocupados ahora porque maestros contratados de buen nivel han perdido su trabajo. No se sienten amenazados con la evaluación, pese a que la nueva Ley de Carrera Pública Magisterial es el nuevo presente griego que les ha entregado el Parlamento y el régimen de Alejandro Toledo. No se dan cuenta, al parecer, que la evaluación docente estandarizada e individualista, que hoy se aplica a los maestros sin trabajo estable y a los desocupados, también se les aplicará a ellos. Ante la impotencia de la dirigencia nacional del gremio para orientar la lucha contra el neoliberalismo aprista, no pocos maestros empiezan a dudar de los dirigentes, sin tener en cuenta que la reforma educativa actual y su fundamento neoliberal constituyen las verdaderas causas de su situación. En ese vacío de orientación y de explicación se mueven el anarquismo senderista y sus aliados de turno para disgregar al SUTEP desde sus bases; y están también los defensores del Colegio de Profesores que pugnan por dar legitimidad y legalidad a su supuesta y propia representación nacional, llevando al magisterio a una falsa polarización con la convocatoria a elecciones regionales del inservible Colegio de Profesores.

UNA NUEVA PERSPECTIVA DE LUCHA

El neoliberalismo en el Perú, con todos sus elementos programáticos y de represión, mantiene su hegemonía y está logrando imponer nuevas medidas privatizadoras y los mecanismos jurídicos y sociales para consolidar este proyecto imperialista. Sus fintas de política exterior con China y frente a la abierta intromisión colombiana en territorio ecuatoriano, le sirven de cobertura para tapar su real política de entreguismo al gran capital transnacional.

No hay otra alternativa de lucha, tanto en el campo de la política práctica como en el campo ideológico, que una posición firme frente al neoliberalismo y sus diversas medidas en todas las esferas de la vida nacional. Sin caer en la provocación ni en propuestas independentistas que viene insinuando algún presidente regional, es posible desarrollar una oposición firme y de resistencia activa, como la que hubo, hasta cierto punto, frente al fujimorismo desde algunos sectores sindicales, políticos y populares de izquierda.

En el campo de la educación no será posible luchar contra las medidas neoliberales que destruyen más la escuela pública, la profesión docente y los derechos de los maestros, sin levantar con firmeza y suficiente comprensión el proyecto educativo del SUTEP, en oposición clara a la reforma educativa neoliberal y en un proceso de recuperación de la conciencia del nuevo magisterio para una lucha de largo aliento por una nueva educación en el Perú. Esta es la idea básica, a nuestro criterio, para desplegar un trabajo colectivo de fortalecimiento del trabajo docente en todas las escuelas, de recuperación de la confianza de los padres de familia en nuestro papel de liderazgo en cada ámbito social, de fortalecimiento del trabajo del gremio en todas las bases, pues el neoliberalismo ha pretendido socavar y destruir los sindicatos en toda América Latina y El Caribe y su visión individualista de la sociedad le lleva a considerar a los sindicatos como los enemigos del desarrollo de los pueblos mientras las transnacionales siguen apropiándose de las ingentes riquezas producidas por los trabajadores.

El trabajo por los proyectos educativos regionales debe ser retomado por los maestros como parte de un proyecto educativo nacional y no contrapuesto a éste. Lo que hoy ocurre es que el Perú carece de un proyecto nacional de desarrollo y, por ende, de un proyecto educativo nacional en correspondencia con aquél. Lo que hay es un proyecto económico neoliberal que hace imposible la descentralización del Perú. En qué medida podemos perfilar un proyecto educativo regional que permita avanzar en el fortalecimiento de la escuela pública y el derecho pleno a la educación gratuita y universal, el respeto a la profesión docente y a los derechos de los maestros, es una cuestión de debemos plantear con claridad. Todos los PER existentes se basan en los planteamientos neoliberales y toman como modelo de organización educativa, así como modelo de pedagogía, los parámetros individualistas y constructivistas que se han venido imponiendo desde los 90. Todos los PER aprobados por cada gobierno regional no significan ningún cambio respecto al modelo neoliberal. Basta considerar la actual evaluación docente y la actual municipalización de la educación: ningún gobierno municipal ni regional lo han propuesto, pues su origen es la imposición. Corresponde a los maestros liderar este trabajo de educación regional, no con la creencia de que vamos a cambiar totalmente la educación del país, sino con una visión de trabajo permanente por una nueva educación en el Perú, cuya plasmación dependerá de los cambios que realicemos en los planos de la economía y de la sociedad. El trabajo educativo y pedagógico es importante para esa perspectiva.

Necesitamos de imbuirnos de un mayor espíritu de lucha por un ideal superior, partiendo de una realidad ajena a las aspiraciones de progreso, de igualdad, de desarrollo y bienestar de nuestro pueblo. Mariátegui nos enseñó a partir del pesimismo de la realidad (percibimos la realidad como injusta, desigual, corrupta, etc.) y del optimismo del ideal (nos dirigimos a la conquista de un nuevo orden social que es posible y necesario a la vez). Consideramos que los pueblos del mundo, los pueblos latinoamericanos en articular, contemplan los problemas de hoy con ese optimismo del ideal, y por eso se oye en todos los foros sociales: ¡otro mundo es posible!

Iquitos, marzo 27 del 2008

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