sábado, 12 de abril de 2008

MITOS Y REALIDADES SOBRE EL DESARROLLO

(A propósito de Mitos que impiden el desarrollo regional de Loreto)

José Ramos Bosmediano, miembro investigador de la Red Social para la Escuela Pública en América, ex Secretario General el SUTEP


En las ediciones del lunes 7 y martes 8 del presente mes (pp. 12-13 en ambas ediciones), el Ing. Rony Valera ha escrito, en dos partes, el artículo que referimos en el subtítulo. Al lado de afirmaciones parciales que son correctas, hay serios errores y tergiversaciones conceptuales que debilitan el conjunto de su contenido. Por eso decidimos escribir un comentario sobre el texto citado.

Para conocimiento de quienes lleguen a leer estas líneas, el Ing. Rony Valera es un militante aprista y, como tal, ha sido Alcalde de la provincia de Maynas (Loreto). En el 2006 escribió el artículo Descentralizar la educación primaria (Kanatari, Iquitos, No. 1144), en cual, obviamente, defiende la municipalización de la educación y la necesidad de los “bonos” en bienes de consumo para retribuir a los maestros por su trabajo. Vayamos a los contenidos más relevantes de su artículo, sin tener en cuenta el orden de los mitos que menciona.

EL MITO DE LA CIENCIA

La creencia en que la ciencia constituía el factor necesario y suficiente para el desarrollo de las sociedad humana correspondió a la filosofía positivista del siglo XIX, que en nuestro país se prolongó hasta las primeras tres décadas del siglo XX. En la segunda mitad de ese siglo ya nadie podía seguir afirmando semejante falsedad. El cientificismo actual se refiere más a la fundamentación empirista del conocimiento, pero no a la creencia anterior. Pero dejar de lado la creencia en la ciencia como el único factor del desarrollo no significa convertirla en innecesaria frente a la técnica, como afirma Rony Valera al decir que todas las cosas que usamos son producto de la tecnología y no de la ciencia (p. 12). En líneas anteriores hace afirmaciones que distorsionan la relación entre ciencia y tecnología, señalando que son primas hermanas. La filosofía de la ciencia concibe a ambos elementos como parte de un solo proceso de creación e innovación, una unidad que tiene su elemento principal en la ciencia a partir del mundo moderno, desde el desarrollo de la investigación científica, especialmente en el campo de las ciencias naturales, hasta su aplicación en el proceso de la primera revolución industrial y tecnológica de los siglos XVIII-XIX. Todas las invenciones tecnológicas son producto de los descubrimientos científicos que, a su vez, impulsan nuevas investigaciones por las necesidades de nuevas tecnologías. Y así sucesivamente. De manera que si un país no realiza investigación científica, se quedaría atado a la tecnología que le imponen desde afuera. Queriendo ser “moderno” Valera cae en una postura que, en lugar de promover el desarrollo, solo nos puede llevar, como viene ocurriendo, al vasallaje tecnológico. El hecho de que la mayoría de los que usan un celular o cualquier otro aparato no conozca las leyes científicas en que se basan esos mecanismos tecnológicos, no puede ser un pretexto para ignorar y hasta despreciar el estudio de las ciencias y descuidar la investigación científica básica y aplicada. No olvidemos que la tecnología es ciencia aplicada y no un ente independiente de aquélla. La ciencia para el desarrollo no es un mito. Es el factor necesario, aunque no suficiente. La tecnología es su correlato. Los recursos naturales son otro factor importante. Está la educación, muy unida a la ciencia como productora de conocimiento. Pero está la principal fuerza productiva: la fuerza productiva humana: el hombre.

EL CONOCIMIENTO SOBRE LOS HECHOS Y FENÓMENOS ES NECESARIO

Dice Valera que otro de los mitos es saber mucho sobre una cosa para hacer algo con ella. Si se trata del conductor de un tren, de un automóvil o de cualquier otro aparato (puede ser incluso un bolígrafo cuyo funcionamiento tiene que ver con una de las leyes de la presión sobre los cuerpos) no hay ningún problema en que los usuarios sean o no científicos. Es un asunto realmente intrascendente. Pero para que esos artefactos hayan sido construidos ha sido necesario un conjunto de conocimientos profundos sobre los materiales y sobre las leyes del movimiento y otros fenómenos concomitantes. Los ejemplos que señala el autor para dar por innecesario el conocimiento científico y profundo de las cosas (como el que un buen profesor de gerencia puede no ser un buen administrador, p. 12), ignora el hecho de la unidad entre teoría y práctica, que define al buen administrador como alguien que ha estudiado esa carrera y no quien es un “administrador práctico”. En este punto está presente una concepción profundamente empirista de las profesiones, empirismo que ha convertido a la política peruana y a la propia educación peruana en modelo de ineficiencia. El conocimiento especializado es una necesidad de la investigación científica. Se dividen las cosas para analizarlas mejor y las especialidades científicas ayudan a avanzar en el conocimiento del mundo material y social. El problema está en no reconstruir lo analizado para volver a la visión unitaria del mundo y de la sociedad. Del empirismo de esta visión superficial de los hechos no hay ninguna distancia hacia el pragmatismo filosófico y político, ingrediente teórico de la ideología neoliberal actual.

EL MITO DE LA AYUDA EXTERIOR

Este sí es un verdadero mito en toda la vida republicana del Perú y de casi todos los países subdesarrollados, mito alimentado por el sistema educativo republicano, los medios de comunicación de masas, la clase dominante y sus gobernantes. Pero su tratamiento no empieza hoy. José Carlos Mariátegui lo ha enfocado sin denominarlo con esa palabra. Mariátegui tenía otro concepto sobre el mito: el mito revolucionario que le falta al Perú. Fue Carlos Malpica, militante socialista, quien escribió un libro, El mito de la ayuda exterior, en la década de los 60, para demostrar que la “ayuda externa” (hoy le llaman “cooperación internacional”, “alianza estratégica”) no ha contribuido a nuestro desarrollo sino a fortalecer más nuestra dependencia respecto al capitalismo imperialista. Ejemplos abundan. Pero ofrecemos el más reciente: el ingreso de más de 3 mil millones de dólares americanos desde el 2002 al 2007, como capitales especulativos que están fomentando, al lado de otros factores estructurales, la presente inflación. Los mitos 3 y 4, mencionados por Valera, pueden aplicarse, como él lo advierte, a la Amazonía peruana y, en particular, a Loreto, con los ejemplos de la presencia indiscriminada e ilimitada de las transnacionales petroleras, la “visita” de los miembros de APEC, la puesta en venta de las tierras amazónicas, fundamentalmente. Pero Valera debiera de darse cuenta que el mito se encarna hoy en la cabeza de Alan Garría Pérez y de todos los dirigentes apristas que están desarrollando el programa neoliberal fujimorista, adicto a ese mito republicano. Vale la pena aclarar que casi ningún país puede prescindir del apoyo externo (interdependencia). Lo incorrecto está en creer que eso basta, dejando de lado el desarrollo de nuestras potencialidades. Lo exterior no puede sustituir a lo nacional. En el Perú es al revés.

Y una aclaración más para el Ing. Valera: el Plan Marshall fue ideado y promovido para la reconstrucción de Europa con el objetivo especial de hacer frente a la hegemonía que estaba construyendo la ex Unión soviética; fue, realmente, un proyecto de contención anticomunista de los EEUU en Europa, como lo fue después la Alianza para el Progreso de los 60 en América Latina frente a la revolución cubana.

LIMA ES LA EXPRESION CONCENTRADA DEL CENTRALISMO

Valera considera que considerar a Lima como la culpable del centralismo es un mito. No lo es si se entiende perfectamente la percepción de los pueblos del interior ante la concentración largamente hegemónica de los recursos fiscales, del aparato industrial y financiero, del poder político y religioso, de las decisiones administrativas fundamentales, de la convergencia de las migraciones internas, de la calidad de los servicios de salud, educación y vivienda por lo menos para un sector importante de la población. Incluso don Jorge Basadre ha señalado que la burocracia limeña no quiere y tiene miedo a la descentralización. Y hoy Lima es más centralista que ayer: allí se acuerdan y firman todos los contratos con las transnacionales que vienen a las regiones a imponer sus propias condiciones sin que los gobiernos regionales puedan mover un dedo (véase el caso de los achual y su injusto enjuiciamiento). La expresión es la metáfora de una práctica centralista que viene desde la Colonia y atraviesa la República. Que no sea la expresión más correcta, no niega el contenido. Tampoco puede ser un mito si los pueblos del interior de Loreto señalan a Iquitos como la culpable del centralismo en la región Loreto (el mismo autor menciona que en Iquitos se gastó el 70% de los 1000 millones de dólares americanos que ingresaron por concepto de Canon petrolero desde 1978). El error de los dirigentes está en no saber explicar, como lo hicieron José Carlos Mariátegui, Jorge Basadre, Emilio Romero y otros, las causas estructurales del centralismo, llegando a convertir en un verdadero mito la creencia de que la descentralización llegará solamente con más recursos económicos, con estridentes y mercantilizadas elecciones regionales y municipales, con nuevas regionalizaciones, sin tocar los problemas estructurales de fondo que impiden la descentralización de todo el país como parte de un proceso de transformación económica, social y cultural.

Con el neoliberalismo a cuestas, es imposible ese proceso. Si la población del interior del país, que no solamente de Loreto, considera a Lima como la culpable del centralismo (“centralismo limeño”), aunque la expresión no sea la más correcta –lo reiteramos, es porque la ciudad capital expresa, objetivamente, el fenómeno centralista que Abraham Valdelomar definía con un silogismo aristotélico que Luis Alberto Sánchez solía repetir. Valdelomar concluía: “luego, el Perú soy yo”.

RESPETO Y NO IMPOSICIÓN DE LAS CULTURAS

No se sabe dónde puede haber escuchado el Ing. Rony Valera que los loretanos pretendemos imponer nuestra cultura. Por lo pronto, la cultura dominante en Loreto no es nuestra, no es la cultura loretana. La propia fiesta de San Juan hace tiempo que ha dejado de expresar los motivos y las características que tuvo hace cincuenta años, y hasta la misma fiesta es parte del proceso de aculturación bajo el influjo de la religión católica.

En la Amazonía peruana se ha impuesto, penetrando gran parte del tejido cultural de las nacionalidades o etnias originarias, la cultura que muchos antropólogos denominan cultura hegemónica, la cultura de la clase dominante, tanto los valores de la cultura de la élite como la cultura de masas, esta última promovida por la misma clase dominante a través de los medios de comunicación de masas y que contiene esa cultura de la dominación de la que nos habló Augusto Salazar Bondy y que se expresa en la cultura criolla (la criollada, nada que ver con la música criolla) de la viveza, el arribismo y el oportunismo político, el “raje” y el “sobe”, todo para “ascender” y sacar provecho propio. Esta realidad, que abarca a todo el Perú, avasalla a las culturas subalternas que, en el caso de Loreto y toda la Amazonía peruana, van perdiendo su identidad y hasta su capacidad de resistencia para enfrentar esa invasión que llega a través de la penetración del capitalismo y sus valores individualistas (al respecto, puede verse el excelente trabajo de Jaime Regan: Continuidad y cambio de los universos culturales de las poblaciones amazónicas (en I Seminario de investigaciones sociales en la Amazonía. CAAP, CETA, CIAAP/UNAP, CIPA, CONCYTEC, IIAP, INC, UNAP. Iquitos. 1988. Págs. 129-162).

Nadie pretende imponer la cultura loretana al mundo. Más bien la globalización capitalista neoliberal está realizando su labor de destrucción de las culturas amazónicas y nosotros carecemos de un proyecto de cultura amazónica que promueva el respeto a las culturas nativas para que éstas, sin renunciar a su identidad, asimilen los elementos culturales que les permita superar las limitaciones materiales y espirituales en que viven actualmente, en condiciones de desigualdad frente al avasallamiento de que son víctimas. Esta perspectiva no significa afán alguno de imponer nuestra cultura loretana. No podemos imponer lo que aún no tenemos como elemento de unidad, de cohesión. Hay elementos culturales varios (multiculturalidad), pero no algo que pueda llamarse CULTURA AMAZONICA.

Lo anterior nos lleva a encarar el supuesto mito del bosque amazónico como principal recurso económico del que habla Valera. Lo que se está valorando es la biodiversidad y todo el conjunto ecológico amazónico, que incluye, desde luego, el bosque, factor imprescindible en la producción del circuito medioambiental para que la Amazonía sea lo que es y tenga lo que tiene. Defender todo eso no es un mito o un capricho de exacerbados regionalismos, como señalan los, sí, exacerbados neoliberales que quieren la Amazonía para negociar con ella.

Y aquí está la globalización actual a la que debemos enfrentar “cuando llegue”, nos dice Valera. La globalización ya ha llegado: está succionando el petróleo amazónico; porque la globalización no es simplemente la informática ni las comunicaciones con sus computadoras, celulares, etc., sino que es, principalmente, el complejo industrial-comercial-financiero que nos está sometiendo más a las leyes del libre mercado. La globalización está en Andoas, sin leyes laborales y sin derechos humanos, sin biodiversidad que valga ni territorios ocupados por milenios por las poblaciones originarias. Hay que ver no más la situación actual de los nativos achuar, cómo vienen siendo divididos y hasta “fascinados” por el trabajo asalariado y hasta para conformar una service en torno a los intereses de una transnacional como PLUSPETRO. Con el TLC llegará con más fuerza esa globalización capitalista neoliberal. Los APEC no tardarán en venir con sus inversiones para “regalarnos” trabajo, desarrollo y bienestar. Como versificó José María Arguedas, así dicen los doctores.

¿PARA QUE LUCHAR?

Rony Valera señala tres mitos más que para él ya son obsoletos: las consignas “el SUTEP luchando también está educando”, que en el Ecuador es “los maestros luchando también están educando”; “si no hay solución, la huelga continúa”; y el Frente Patriótico de Loreto.

Hay personas y organizaciones que llegan a los frentes de defensa por razones estrictamente personales y no colectivas, otras que por su concepción sindicalista pretenden supeditar a estas organizaciones populares a las decisiones estrictamente gremiales sin comprender el contenido de democracia directa que encierran, que su programa de lucha no solamente es reivindicativa sino de lucha programática en el sentido de que en su seno se va forjando la unidad del pueblo que busca forjar el poder popular organizado. Pretender enterrar a una organización que sigue siendo el referente de lucha de los sectores populares engañados por todos los gobernantes nacionales, regionales y locales, responsabilidades que al señor Valera también le llegan como ex Alcalde, constituye una pretensión política de indudable motivación conservadora. ¿Cuál es su primer argumento? Que el FPL está infiltrado por la izquierda. No ha estado ni está infiltrado. Todos los frentes de defensa en el Perú han sido promovidos y organizados, en primer lugar, por dirigentes y militantes de izquierda, quienes han soportado el mayor peso de la represión. Ciudadanos democráticos, con o sin partido, se han sumado a esas organizaciones porque respondían a sus aspiraciones democráticas y reivindicativas No hay infiltración. Más bien se han infiltrado elementos reaccionarios y de derecha para convertir a los frentes en instrumentos de sus objetivos económicos y hasta para dividirlos. Si los frentes dan la imagen de ser partidos políticos es porque son los que más se preocupan por los problemas el pueblo y del país, mientras que los partidos gobernantes simplemente se aprovechan del poder. Los problemas internos que hoy tiene el FPL no son nuevos. La fuerza de las masas pondrá todo en orden para empezar de nuevo.

El FPL es la continuidad del Frente de Defensa de los años 70-80. El partido del señor Valera (APRA) solo se ha unido a los frentes de defensa cuando ya no le quedaba otra alternativa. Así ha ocurrido también en Trujillo entre el 80 y el 83, con Jorge torres Vallejo, alcalde Aprista de aquellos años. Pero en la década de los 70, cuando el APRA defendía a la dictadura de Morales Bermúdez, era contrario a esa organización de frente único. Nadie puede olvidar el ataque físico del APRA a las huelgas del SUTEP de 1978 y 1979.

Sobre la consigna del SUTEP que relaciona la lucha magisterial con la educación, no puede caducar mientras haya un pueblo que necesita organizarse mejor y defender sus derechos Y es que esa consigna es parte de la tradición histórica de la clase obrera y de todos los que luchan por sus derechos: el contenido de la lucha de los sectores explotados tiene un contenido popular, es decir, de su dinámica emerge una pedagogía de clase que va, más allá de las aulas, a formar la conciencia para cambiar este país. Así como la burguesía usa sus medios de prensa y sus libros para defender sus intereses, para educar a la gente en la defensa del sistema actual injusto, así también los trabajadores luchan y educan al mismo tiempo, o viceversa. De manera que esta consigna no solamente cumple un papel importante en la lucha popular y en la formación de una cultura popular, sino que su vigencia es actual. Además, no solamente el SUTEP usa esa consigna. Se ha convertido en patrimonio de todos los sindicatos magisteriales de América Latina.

Y la consigna que supedita la culminación de una huelga a la solución de los reclamos, es una consigna de agitación, muy bien comprendida en el sentido de continuar la lucha hasta arrancar, por lo menos, una parte de la plataforma. Tiene el mismo significado de la otra consigna que se corea en todos los sindicatos: ¡luchar hasta las últimas consecuencias! Son motivos de agitación y de búsqueda de fortaleza en la lucha. Haya de la Torre, para sembrar mística en sus militantes, inventó la consigna “solo el aprismo salvará al Perú”, con el propósito de cohesionar mejor a su partido en torno a sus supuestos ideales de transformación. Sabían que para gobernar un país hay que unir a otros sectores, pero ellos repetían ese eslogan. Ahora ya no lo repiten porque ya se han unido con otros para gobernar. La cuestión está que no se unieron con los pobres sino con los ricos, con los neoliberales, con los fujimoristas, etc. El APRA sí que tiene motivo suficiente para enterrar su consigna, tal como ya enterró los cincos puntos de su programa de 1931, reemplazándolos por un solo punto: ¡salvo la inversión privada extranjera, todo el ilusión!

Nada casual es la fobia de Valera contra los organismos de lucha de las masas. Estamos viviendo en el Perú una campaña compacta de los sectores neoliberales y sus aliados contra el gremio magisterial. Esta campaña no es nueva, por supuesto. Con la misma furia la desarrolló la dictadura velasquista hasta crear un sindicato paralelo (SERP), así como pretendió liquidar la CGTP a través de otra central (CTRP) y la CCP con otra organización campesina controlada por la dictadura (CNA). La dictadura de Morales Bermúdez usó a los maestros apristas organizados en el ANTAE para destruir el SUTEP. Tampoco fue una excepción el segundo gobierno belaundista y sus comandos de educadores. Nuevamente el APRA en su segundo gobierno pobló las escuelas con personas no tituladas para tomar el SUTEP “desde adentro”. Ya se sabe de las trapacerías del fujimorismo y su corrupción. Por ser bisoño en estas prácticas políticas, el toledismo encargó a Nicolás Linch esta tarea contra el SUTEP, pero también fracasó. Ahora el APRA está usando nuevas armas para desprestigiar a los dirigentes, como la evaluación estandarizada que supuestamente “selecciona a los mejores maestros”, hundiendo más a la educación pública en el caos. En este nuevo escenario habla el Ing. Valera de “mitos” que solamente existen en su tergiversada concepción de la ciencia y la tecnología. No podemos abordar otros temas planteados para no extender en demasía el presente texto, pues el autor ha introducido algunos conceptos, a nuestro criterio, erróneos, como los siguientes: la globalización está diluyendo el centralismo; con las huelgas y paros no se puede tomar el poder (¿quién defiende hoy esta vieja tesis anarquista?, salvo el trostsquismo); la descabellada idea de que “los tres pivotes de la lucha política por el poder” son la fuerza bruta, el dinero y el conocimiento; la tesis pedagógica neoliberal sobre el profesor como responsable de la conducción técnica del proceso enseñanza-aprendizaje; la “libre” elección de la carrera docente.

FINAL

¿Qué propone Rony Valera para reemplazar a los mitos que pretende enterrar y a las organizaciones políticas fracasadas (suponemos que también a su partido)? Nada menos que dar paso a “organizaciones inteligentes”, lo que nos recuerda el eslogan del ex Ministro fujimorista Jorge Trelles Montero, que pregonaba “la inteligencia en acción”, cuyo final ya conocemos.

Lo más positivo del texto de Rony Valera es su invitación a reflexionar sobre lo que podría ser un proyecto de desarrollo de Loreto. Pero nos parece que esa reflexión no solo debe concentrarse en un plan para el futuro inmediato de la región, sino como un proyecto de carácter estratégico, integral y basado, fundamentalmente, en nuestras propias fuerzas.

Pensar un proyecto estratégico requiere considerar a la Amazonía como una gran región y no como está concebida hoy, un archipiélago que impide diseñar programas y proyectos que cohesionen a la población, reduzcan los costos de inversión en infraestructura y administración subnacional, racionalicen los procesos de exportación de bienes elaborados y semielaborados e importación de insumos.

Es de vital importancia que la administración regional, es decir el Estado subnacional, asuma un papel más importante en la administración, la inversión y la comercialización de los bienes y servicios estratégicos, incluyendo la extracción de recursos naturales, puertos, aeropuertos, etc. Si esto no ocurre, el capital privado transnacional seguirá explotando irracionalmente y sin mayores beneficios para el pueblo todos los recursos de la Amazonía peruana.

Iquitos, abril 10 del 2008

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