lunes, 5 de mayo de 2008

IZQUIERDA Y NEOLIBERALISMO EN AMÉRICA LATINA

El reciente triunfo del ciudadano católico Fernando Lugo en las elecciones presidenciales del Paraguay, el domingo 20 de abril, ha generado una nueva ola de expectativas sobre el avance de la izquierda en América Latina. En general, todas las corrientes que se oponen, con mayor o menor radicalidad, al neoliberalismo, celebramos el triunfo de Lugo y predecimos la debacle final del programa del “Consenso de Washington”.

Pero no se vaya a considerar que todas las valoraciones del triunfo y de las perspectivas de la izquierda en América Latina tienen el mismo signo, el mismo contenido de clase y, por ende, el mismo camino de lucha. Se nos presentan criterios analíticos y valorativos de diversos significados ideológicos y políticos. Son criterios relacionados con los factores que impulsan la tendencia izquierdista, por un lado; por otro, la perspectiva de esa tendencia, que concierne a los objetivos de lucha contra el neoliberalismo.

Hay quienes, como el sociólogo y ex Ministro toledista Nicolás Linch (véase: Fernando Lugo en Paraguay, en La República, 24/4/2008, p. 18), que consideran la tendencia izquierdista en desarrollo como una consecuencia casi mecánica de que la economía neoliberal, impuesta por los Estados Unidos, estaba condenada a explotar y está explotando (Linch, art. cit.), afirmación que oculta los factores que están acelerando el fracaso neoliberal, en especial la lucha de las masas oprimidas y de los sectores socialistas que impulsaron esa lucha, al lado de sectores que, sin ser socialistas, enfrentan al neoliberalismo con un programa nacionalista consecuente, como es el caso del gobierno bolivariano de Venezuela, al cual Nicolás Linch, desde su ideología profundamente antisocialista (por ende, anticomunista), le endilga el calificativo de “provocador”. Si las masas oprimidas y los partidos y movimientos sociales progresistas y revolucionarios se hubiesen atenido a la sola consideración del “fracaso inevitable” del neoliberalismo, sin desplegar su energía opositora en las calles y en las ideas, indudablemente que el imperialismo estadounidense y sus gobiernos títeres hubieran tenido un mayor espacio a su favor para prolongar la aplicación de su programa salvaje. Para los opositores liberales al neoliberalismo son insignificantes las luchas indígenas en América Latina; el papel del vasto movimiento antiglobalización de los foros sociales; la persistencia de los sindicatos clasistas y de las fuerzas socialistas y comunistas que no arriaron la bandera contra el capitalismo después de la caída del denominado “socialismo real” (1989 como año de referencia por la caída del Muro de Berlín); el rol de permanente enfrentamiento del gobierno y pueblo cubanos al imperialismo de Estados Unidos. En el caso del Perú, la lucha contra el neoliberalismo fue desplegada, con muchas dificultadas, frente a la dictadura fujimorista y su programa, manteniendo esa lucha durante el gobierno de Alejandro Toledo y prosiguiéndola hoy frente al nuevo gobierno aprista, de cuya identidad neoliberal nadie puede dudar ahora.

Y está la otra diferencia de criterios: hasta dónde se puede llegar en la lucha contra el neoliberalismo. Para los opositores liberales o socialdemócratas, la lucha contra el neoliberalismo no puede avanzar más que hasta conquistar un “equilibrio” entre el papel del Estado y el libre mercado en el proceso económico, lo que permitiría sentar las bases de una democracia desarrollada. Este planteamiento, que ha sido elaborado por los pregoneros del “capitalismo con rostro humano”, tanto por Bill Clinton como por los socialdemócratas europeos, también ha fracasado, a tal punto que la propia Hillary Clinton acaba de prometer más ayuda social para los “más pobres” de su país (Bush acaba de repartir 158 mil millones de dólares para que sectores que no son los más pobres de su país puedan pagar sus deudas atrasadas y, de esa manera, ayudar a las grandes corporaciones a cobrar deudas atrasadas con el subsidio del Estado). Quienes acusan al Presidente Hugo Chávez de “provocador” y atacan constantemente a la “dictadura comunista de Cuba”, quisieran que la lucha contra el neoliberalismo no se convierta en el combate contra el capitalismo como sistema de explotación, contra el imperialismo y su globalización actual. Anhelan un orden social que no ponga en peligro el sistema. En síntesis, defienden la tesis de que el capitalismo está en condiciones de garantizar un desarrollo más humano “para todos” (idea clave de la II Internacional socialdemócrata de principios del siglo XX). Con un poquito de humor, en el Perú podríamos derrotar al neoliberalismo blandiendo los pañuelos blancos, bailando un pasacalle de vez en cuando o una gran pandilla amazónica.

Podemos afirmar que la tendencia izquierdista que se ve crecer en América Latina está generada por las luchas de los pueblos oprimidos, de los trabajadores y de las masas indígenas, estas últimas tan importantes en Bolivia, Ecuador, como también en el Paraguay de los campesinos e indígenas guaraníes. Esta resistencia activa ha sido impulsada en unos casos, secundada en otros, aunque no siempre con una orientación muy clara, por las fuerzas y movimientos políticos de izquierda y progresistas. El programa neoliberal, como factor generador de mayores contradicciones de clase (oprimidos/opresores), no se ha aplicado en un escenario “limpio” de luchas sociales. Estas constituyen el factor principal de su fracaso.

Para los amigos del camino de la democracia burguesa “con derechos para todos”, Hugo Chávez es un “provocador” y hasta un “insolente” que osa enfrentarse al imperio y a su administrador Bush. Por eso su terror frente al movimiento bolivariano en el Perú y otros países de América Latina. No pasa por su perspectiva el socialismo, salvo el “socialismo” de la concertación chilena que ha consolidado el neoliberalismo con las más grandes desigualdades sociales y con un millón de mapuches arrojados de sus ancestrales tierras por las transnacionales de la madera y la minería. La izquierda y el socialismo se abren paso, pero no para consolidar el neoliberalismo “con rostro humano”, ni defender la democracia burguesa, sino para construir el socialismo.

Iquitos, abril 24 del 2008

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